Corrí sin mirar para atrás hasta la tienda, resbalando con los zapatos llenos de grasa, derribando latas de comida, golpeándome contra los estantes. Me lancé hacia el teléfono. Levanté el auricular. Podía sentir a Devin detrás de mí
Empecé a marcar nueve, uno...
Colgó el teléfono de un manotazo.
—Tenía la esperanza de no tener que llegar a este punto.